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Mientras tanto no mientan tanto

jueves, 4 de junio de 2009

Cada vez hay más policías y más impunidad


El ministro Carlos Caserio inauguró una Escuela de Policías en Valle Hermoso

Por David Buccini

Es una medida insuficiente para hablar de política de seguridad. La falta de asistencia a los violentos por el abuso de las drogas peligrosas y la impunidad de lo funcionarios corruptos, dos puntas del flagelo.

Cuando decidimos que la seguridad estuviera dentro del ministerio de Gobierno, en ese momento nos dispusimos a diseñar un plan para nuestros cuatro años de gobierno”, dijo el ministro del área, Carlos Caserio, cuando el mes pasado dejó inaugurada una escuela para formación de policías en Valle Hermoso.
De acuerdo a la experiencia de los últimos años, las soluciones aplicadas por el poder político no han dado el resultado esperado. La inseguridad ciudadana, en el estricto sentido del que se habla, es un dato oscuro de nuestra realidad. Y es una realidad que se ha venido agravando con el paso de los años, donde siempre se ha aplicado, por parte de los gobiernos de turno, más o menos la misma política.
Desde Macri a los Kirchner, pasando por los gobiernos provinciales, nada ha ido mucho más allá de destinar fondos públicos para la compra de más patrulleros, camionetas, motos y más armas. Una consecuencia de todo esto es, naturalmente, más policías en las calles, de lo que surge luego la imperiosa necesidad de más escuelas de formación de policías, como el caso que nos ocupa.
Lo que quiero decir, Caserio lo dice con cifras oficiales: “Iniciamos nuestra gestión con 12.800 policías, y a fin de año tendremos 19.000 efectivos, lo que va a significar un incremento del 50 % de la fuerza”, dijo en la misma Valle Hermoso que lo vio crecer, desde sus inicios como pequeño comerciante del rubro regionales, hace poco más de quince años atrás. Un ascenso admirable, aunque no del todo explicable.
Lo que omite Caserio pero se desprende de su discurso es que, de modo inversamente proporcional a más autos, armas y policías, también creció el delito en Córdoba. Y el grado de violencia en los delitos que se cometen. Y creció exponencialmente, en los últimos 15 años, al ritmo del crecimiento del negocio ilegal de las drogas y su real flagelo, el narcotráfico.
En los últimos años creció el delito y el número de policías en la calle. En una carrera a tontas, podríamos llegar a tener que necesitar un policía por cuadra de modo permanente, o por persona si lo proyectamos al grado último de la violencia social creciente. Un absurdo ¿verdad?

Políticos del corto plazo
El corto plazo parece, en lo que a soluciones de los problemas públicos se refiere, la mirada más extendida de que son capaces nuestros gobernantes.
Tan preocupados por permanecer en las cumbres del poder político, no resisten el acoso del éxito inmediato. Cualquier medida, como confiesa Caserio, es tomada en el marco de una política de Estado para apenas cuatro años, donde ninguna solución de fondo a nuestros severos problemas, como el de la inseguridad, puede solucionarse. La coyuntural medida de poner más fuerza y medios para combatir el delito ha desembocado en una evidente espiral de violencia ascendente.
Con la baja de la pobreza mejoran las condiciones sociales. Con el crecimiento de la pobreza crece el mal clima extendido donde se potencia el delito. Con menos esperanzas de futuro, sin nada de esperanzas, el delito es una salida para la subsistencia de cada vez más compatriotas. Esto es aceptado por todos los especialistas, y por las evidencias planetarias. Y el delito sigue creciendo, dato que constituye una palmaria verdad a pesar de un gobierno nacional que pregona por el lado del progresismo, y ejecuta igual que en los años 90 del menemismo: la riqueza sigue sin redistribuirse.
Hace apenas unas semanas, la Presidenta Cristina Fernández anunció un plan de seguridad. ¿Y qué ofreció? Más policías, más patrulleros y más armas. En la misma línea está Córdoba, nos lo acaba de recordar su Ministro de Gobierno.
La cantidad de efectivos crece y el delito y las mafias, también ¿Por qué? Entre otras cosas, porque todo el “esfuerzo” gubernamental va dirigido a la prevención. “Mas policías en las calles”, nos dicen. Pero son pocos, muy pocos, quienes investigan. Y cuando no hay suficiente investigación, y cuando esa investigación no es independiente del poder de turno, lo único que crece es la impunidad.
La impunidad de los que delinquen. La impunidad y la total falta de atención sanitaria de aquellos que con sus cabezas quemadas por las drogas tal vez vean la violencia de sus actos como un video juego más realista. Y la impunidad más aberrante, que es la de los delitos cometidos por personas instruidas y a veces educadas, que generan no sólo un daño concreto con su accionar, sino que dejan la huella abierta señalando el camino de éxito fácil.
En este sentido, la impunidad de los funcionarios públicos que se quedan con lo ajeno sin que por sus cabezas pase la idea de pagar por lo que se hace, ni de rendir cuentas ante una Justicia que, como informáramos en la edición anterior, sólo parece dispuesta a garantizarles la impunidad.
Hay violencia en un robo de zapatillas, cuando te meten dos balazos en la cabeza. Y hay violencia en el robo impune de los funcionarios, porque el mensaje es que da lo mismo, y la sociedad baja, poco a poco, sus brazos.
Caserio habla de seguridad y lo único que se le ocurre es meter más policías en las calles.
Cuando asuma un ministro dispuesto a defender los intereses ciudadanos, empezará por dotar de asistencia psicofísica a los necesitados. Y por instruir personal de investigaciones que también se especialice en los delitos económicos. Para esto necesitamos, antes que cualquier cosa, que haya independencia real del Poder Judicial. Mientras tanto, todo será otro versito de campaña electoral.

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