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Mientras tanto no mientan tanto

domingo, 20 de mayo de 2012

Click, se nos fue Ricardo Sisti

Nunca tuve dificultad para iniciar las crónicas periodísticas que siempre siento la necesidad de escribir y que alguno termina por ahí leyendo. No es que las considere buenas ni malas, pero tienen la ventaja de que terminan impresas en alguna publicación siempre valiente como ahora en el Ecos, donde tantas personas las conservan por tiempos indeterminados o que se conservan a pesar de las personas y finalmente están allí, impresas e invitando a la lectura. Ahora que quiero evocar con algunas palabras a Ricardo Sisti, nuestro Se Lui, sucede que debo dar esta vuelta retórica para empezar a recordarlo. Y es que cuando me dio de lleno la noticia de su ausencia física definitiva inicié un involuntario viaje hasta épocas remotas de mi vida, cuando empezamos con un gigantesco grupo de amigos a publicar las primeras mentiras verdaderas desde la revista El Quid, allá por junio de 1983. Desde siempre, desde el inicio de mi tormentosa vida periodística Ricardo estuvo allí, capturando las imágenes que darían una fuerza adicional a nuestros informes, crónicas y denuncias periodísticas. Decenas, cientos de notas con sus fotografías; tapas de revistas que resultaron históricas, como aquella de El Q
uid de 1987, cuando metidos en medio de las manifestaciones de Semana Santa contra los alzamientos militares carapintadas que acechaban la incipiente democracia, fue Se Lui el único que captó el instante exacto en que el entonces gobernador Eduardo César Angeloz tomó de la mano al jefe de la opocisión José Manuel De la Sota y alzó los brazos y clikc, ahora o nunca aunque vinieran empujando. O aquella foto a color que con una extrañísima máquina para sacar en diapositiva hizo de una representación que varios de los integrante de equipo de la revista hicimos frente a las escaleras del Colegio Comercial. Queríamos representar jóvenes universitarios porque se había anunciado que una extensión de la U.N.C. se asentaría en La Falda. Si no me falla la memoria, creo que entre otros jóvenes de la época en esa tapa está también el actual intendente Cacho Arduh. O las centenas de fotos que hacíamos del Hotel Edén en ruinas. “Hacíamos” digo porque lo acompañaba y en todo caso le tenía su caja/cartera donde llevaba siempre pegado a su cuerpo su cámara y las lentes. Tuve la fortuna de trabajar con él no sólo en función periodística; compartimos dos muestras fotográficas, él con magníficas fotografías que me permitió acompañar con breves textos. Recuerdo dos viejos gauchos montados con sus sombreros y espuelas a una moto gigante, creo que una Honda de 1000 cc. Y otra donde estaba fumando recostado en una cama que estaba en medio de la calle. Y recuerdo esas y tantas imágenes pero no los textos. Ahí están los clicks de Ricardo en mi vida. Era algo surrealista Se Lui; las imágenes se le fijabam primero en su mente y después salía a cazarlas. Lo he visto andar meses detrás de una sola. En el bar Ugolino expuso durante meses su muestra sobre el lastimoso abandono de los ferrocarriles en Cruz del Eje. Fue lo último que compartimos. Conocí la misteriosa sala de revelados fotográficos que tenía en un pequeño cuarto de su casa donde podíamos pasar horas planificando notas. Ricardo no sólo hacía click desde su máquina, también participaba en toda la discusión previa de los argumentos. Era uno más de nosotros queriendo difundir algo que valiera la pena o queriendo denunciar una injusticia doliente. Por eso para mí no fue sólo un fotógrafo con ojo artistico y sensible sino además un cronista gráfico instintivo, animal. Fue uno de los tipos más pacíficos que conocí en mi vida, uno de esos que se puede decir sin temor a equivocarse que era más bueno que el Quaker. Y fue también un tipo con pelotas que puso su cuota de coraje en ciertas situaciones a las que te lleva a veces el oficio periodístico. Decir de una persona que fue honrada no es para mi un dato menor o formal. Ricardo Sisti fue un tipo honesto. Lo digo con orgullo de amigo. Cuando con la inconsciencia que nos caracterizaba decidimos que debíamos dar un paso adelante y hacer El Quid para toda la provincia nos vimos obligados a trasladarnos a la ciudad de Córdoba. Todos los que pudieran acompañar eran bienvenidos. Ricardo se vino y se trajo su moto Siambretta con la que se movilizaba. La pintamos a nueva, le hicimos una montadura para su caja de herramientas fotográficas y le inscribimos con pretensión y descaro en letra roja “Revista El Quid – Móvil Uno”. Montado a esa maravilla mecánica surcamos durante casi dos años las calles y avenidas de Córdoba buscando las crónicas y las imágenes para representarlas. Aquí en un pequeño y antigüo pueblito del Abruzzo italiano, a quince mil kilómetros de distancia, se conservan unas costumbres ancentrales que impactan. Por ejemplo en dos o tres muros del centro, cerca de la Municipalidad y de la Iglesia, la gente pega manifestos con el nombre y la foto de la persona que ha muerto. Sólo agregan la fecha de nacimiento y la de la muerte reciente. Es muy curioso y golpea llegar a estos pueblitos de montaña y ver estos afiches con los rostros de los que acaban de morir. Esta para nosotros curiosa costumbre podríamos relacionarla con la más conocida de publicar los anuncios fúnebres en los diarios. En los muros como en los diarios uno ve rostros de personas desconocidas que posiblemente por primera vez son noticia. Todo lo que han hecho en vida pareció haber sido parte de una normalidad tal que no meritaba ser publicada, difundida, comentada abiertamente. Todo menos morir. La muerte sigue siendo entre nosotros la noticia más importante que tenemos para dar de una persona. Es como el acontecimiento único e irrepetible al que estamos condenados. Su emulación podría ser el instante fotográfico, ni un segundo antes, ni un segundo después. Click. Se Lui. Click. Al amigo Ricardo, los que van a morir te saludan.