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viernes, 23 de abril de 2010

El crimen del Banco de Córdoba, sucursal La Falda


Foto de fachada de Sede Central del Banco de Córdoba ¿También será reformada por los genios que diseñan "la nueva imagen" de la entidad?

Sin miramientos ni consideraciones, las máximas autoridades del Banco de Córdoba consumaron el desguace de uno de los edificios más tradicionales de la ciudad. Una parte más de nuestra identidad, tirada a la basura

Ingresar al Banco de Córdoba de La Falda genera una angustia sin consuelo al comprobar el crimen que las autoridades provinciales de la entidad han cometido con el interior del edificio histórico.
Ya no está el piso de parqué con su cálida madera en toda la gran extensión del salón principal. Ahora, algunos genios del marketing han considerado que eso era algo viejo, tal vez pasado de moda, y entonces lo levantaron todo, lo tiraron a la calle, y pusieron un piso de porcelanato blanco, como el que puede encontrarse en los baños de las estaciones de servicio y por donde cientos de jubilados harán un tránsito difícil, resbaladizo y más inseguro hasta las cajas donde les pagan sus magras jubilaciones.
El enorme mostrador de madera trabajada, con detalles en metal y las clásicas ventanitas con barras de bronce de cada cajero corrió la misma, ingrata suerte. Fue desguazado y arrojado a la calle. Lo mismo ocurrió con las fotos gigantes que revestían la enorme pared del lado derecho, siempre en su interior. Recuerdo una de la Avenida Edén, cuando era doble mano. Otra vista general de La Falda tomada desde un lugar cercano al Retiro Betaña. Y otra de similares dimensiones de un corral para animales, posiblemente ya en Pampa de Oláen, décadas atrás.
Así que ahora uno ingresa a una especie de baño gigante, blanco, brilloso el piso, sin la mínima calidez. Un espacio abierto visualmente gélido, que bien podría ser la sucursal de un banco cualquiera en un barrio de una gran ciudad.
Al final de la enorme sala, unas cajas de madera blanca con un vidrio medio verdoso que va desde el techo más bajo en ese sector hasta la altura de mostrador, donde los empleados pierden el rostro. En esos cubículos horribles bien se podría en breve poner unos cajeros automáticos y, por qué no, algunas máquinas traga monedas, para cerrar el desplume de jubilados y jornaleros.

La identidad perdida
Si uno ingresa a la página web del Banco de Córdoba, que por caso ya no se llama así, sino BanCor, se puede ingresa al link “Historia y Patrimonio”, donde se destaca que “la sede central (en calle San Jerónimo) es uno de los primeros edificios construidos especialmente para una entidad financiera en América Latina y constituye una de las obras más relevantes del patrimonio arquitectónico de la provincia. Fue declarado monumento histórico provincial en 1993 y nacional en el 2000”.
Y seguramente gracias a estas declaraciones patrimoniales los genios del rediseño del Banco no están pensando en tirarlas abajo, tal vez cambiando sus columnas al ingreso por alguna marquesina con neón.
En La Falda, como seguramente está ocurriendo u ocurrirá en todas las sucursales de la Provincia, las autoridades del Bancor están destruyendo la identidad local, sin ningún tipo de miramientos, de modo autoritario, inconsulto, constituyendo un verdadero atropello que no mide nada. De acuerdo a la poca información que este medio pudo obtener, todo se trata de la “nueva imagen institucional” que está en marcha. Que es, dicho sea de paso, una curiosa manera de conservar una imagen cuando se destruye la arquitectura original, ya casi antigua y totalmente ligada a la historia de un pueblo y se la reemplaza por algo uniforme, diseñado en alguna oficina para todos igual, e iguales a todos los otros bancos.
Lo que están haciendo las autoridades del Bancor en un crimen premeditado de la identidad forjada de estas sucursales históricas, tradicionales en los pueblos y ciudades del interior. Y no es descabellado pensar que tanto desatino y tanta prepotencia sólo haya sido posible en la concreción de algún negocio espurio. En este país, en esta provincia, en esta ciudad, el perfeccionamiento de la corrupción está dado en que ya no sólo hacen una nueva obra para afanar, sino que si es necesario se destruye el patrimonio. Estaríamos, desde esta perspectiva, ante un estadio superior de la corrupción: destruir para afanar, o afanar destruyendo.
Además ¿a ninguna institución, escuela, lo que sea, le servía eventualmente los muebles que fueron a parar a la basura? El desdén es manifiesto. El desprecio al patrimonio histórico local, total.

¿Se pueden salvar las puertas de ingreso?
El interior ya fue devastado ¿Hay posibilidad de que se salve la fachada? ¿Podrían declararse Patrimonio Municipal?
Como puede observarse, las gigantescas puertas metálicas labradas del frente están a punto de desaparecer. De las tres puertas, dos ya tienen por delante vidrios fijos, lo que augura su pronta desaparición.
¿A qué normativa responde todo este desguace? ¿No había ninguna posibilidad de adaptar estas nuevas normas al interior arquitectónico y decorativo tradicional, histórico? ¿Alguien se imagina que destruyan todo el mobiliario y modifiquen el ingreso de la sede central, diseñada por el arquitecto Tamburini, en pos de la seguridad?
Los genios del Bancor han transformado un edificio tradicional de La Falda en una escenografía kitsch, destemplada, más emparentada a las grandes urbes que a una pequeña ciudad serrana, que otra vez ha sido avasallada, despojada sin consulta de uno de sus edificios y mobiliario más tradicionales, vejada su identidad, en este caso por las autoridades del Banco de La Provincia.

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