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Mientras tanto no mientan tanto

sábado, 8 de diciembre de 2012

El triunfo de la vocación periodística

501 Ecos de Punilla ( ¿o 502?) “Froilán era un enamorado del oficio y sintió el pasante ahí estaba la cosa que hacía la diferencia”. Una historia que ocurre entre medios oligopólicos acostumbrados a extorsionar al poder y el “periodismo militante” que se obstina en desprestigiar los que Gabriel García Márquez llamó con acierto “el oficio más bello del mundo”.
A quince mil kilómetros de distancia me hice finalmente un espacio en la mente y me tiré de cabeza a escribir unas líneas por las 500 ediciones del Ecos de Punilla. A la distancia y gracias a la internet es posible seguir de cerca los acontecimientos de la Argentina y del pago chico. Pero la realidad cuando sólo se manifiesta de modo virtual hace de la dinámica del tiempo transcurrido “allá” un elemento menos aprehendible, algo gelatinoso que se te escapa de las manos. Uno sabe que el lunes debe hacer tantas cosas, pero océano de por medio se te pasa el cumpleaños 500 del Ecos. En fin, no busco justificar la demora de estas líneas sino sólo admitir cabalmente al inoportuno olvido como una de las derrotas que te inflige aunque no quieras la distancia multiplicada por el tiempo transcurrido. Nicolás Froilán Heredia Que una publiación como el Ecos de Punilla siga en pie dando testimonio en medio de una época donde los roles tendencialmente se confunden y el periodismo se transfigura en algo cada vez más horrible es más que un aliento a seguir. Es una esperanza en un sector inmenso de la prensa que resiste haciendo periodismo pero que no es visible ni siquiera en el orden provincial, en todas las provincias. El país los ignora pero los ecos están igual. Mientras tanto la escena la ocupan los grandes medios que se han dividido en un falso debate. Por un lado los oligopolios dominantes que extorsionan al poder político como Clarín con su cordobesa Voz del Interior; por el otro la decadente versión de “periodismo militante” que asume sin rubor su sometimiento al poder de turno vaciándose de contenido crítico, como ocurre con el multimedios de la Universidad Nacional de Córdoba, por citar sólo dos ejemplos paradigmáticos. Demorándome dos líneas en este punto, y tal vez porque ya sabíamos lo que era Clarín antes que se dieran cuenta desde el Gobierno, lo que me provoca más tristeza son los casos como el de los SRT. Estos, más allá de su carácter de medios públicos financiados por el Estado, debieran hacer de la razón crítica y el debate profundo su motor esencial, tanto como se supone que ese espíritu debiera regir los destinos de una Universidad pública cualquiera. Volviendo a nuestro Negro Nicolás Froilan Heredia, Director de Ecos, quería dar mis saludos con un pequeño obsequio, como una ofrenda que se da a la Pacha Mama para que nos siga dando el alimento necesario. Lo que sigue son una líneas del libro “El Pasante”, que aún no he publicado. Allí se relata la historia de un estudiante del último año de la facultad de ciencias de la información, Jano Redondo, que al final de su pasantía en el diario La Voz decide junto a sus amigos hacer una publicación propia como para contar las cosas que ha visto que pasan y de las que sin embargo nadie informa. La circunstancia está dada porque se han contactado, a través de otra persona, con el Directos del Ecos, a quien aún no conocen. Este cita los pasantes a la fiesta de presentación de un libro del poeta Chifling, en Barrio Güemes de Córdoba. Los pasantes quieren información sobre un caso que investigan para la revista que planean, pero esa noche reciben mucho más que eso cuando lo conocen a Froilan. El Pasante “Al final de la presentación el rito de los libros autografiados y los agradecimientos más o menos sentidos. Cuando la música volvió desde los parlantes se les acercó a los pasantes un morocho de estatura media, espalda ancha y barba cortita como estatua de emperador romano de oreja a oreja y recortada a la perfección en todas sus líneas oblicuas y rectas ascendentes y descendentes. Pulcro, peinado con énfasis, regando fragancia Old Spice en el ambiente, mocasines de cuero negro relucientes, briosos, briosos culiado, acotaría Daniel más tarde creando una categoría entre los adjetivos que corresponden al color negro. La impecable camisa azul con rayas blancas o viceversa y con bayenitas en el cuello, pantalón de gabardina azul al coincidente tono que se veían de un modo que el pasante había creído, hasta ese momento, que era tecnicamente imposible llegar a esa perfección del alisado mediante el uso de una plancha familiar. Soy Froilán dijo con su voz grave y ronca, seguro de estar saludando a las personas correctas, estirando la mano y sonriendo con su boca grande donde brillaba como luna llena la espesa dentadura. No engañamos a nadie susurró a sus amigos Jano Redondo sintiéndose de algún modo descubierto también en este otro ambiente lejano del poder. Esa minúscula verdad se manifestaba en los hechos cuando sin que nadie los presentara formalmente Froilán ya sabía que eran ellos los del llamado telefónico para el encuentro ¿Cómo lo supo? ¿Quién se lo dijo si aquí no conocemos a nadie?, se preguntaba y repreguntaba a sí mismo el pasante. En la misma noche de Córdoba ocurría en paralelo esta reunión en el galpón de barrio Güemes y aquella del salón Lugones del Sheraton Hotel. Aquí también parecía que se multiplican las coincidencias, el intercambio de información y otras complicidades. Jano era testigo presencial de las dos realidades simultáneas y pagaba el costo su hígado más que cualquier otra cosa por el vino y el champán. Pero poco a poco descubrió que las personas que comparten ese vino por lo general -aunque no siempre- son seres más sencillos; personas que creen estar haciéndolo no por dinero sino por un amor difuso a la humanidad mucho más allá de los límites acotados y regularmente enfermizos y asfixiantes en los que se desenvuelven las propias estructuras de poder. Sesgados sin embargo por el porvenir de las corrientes internas cuando se sientan en los sillones importantes, se ponen entonces a disfrutar de los viajes en primera clase, la vida segura del country, la 4 x 4, las vacaciones exóticas o el goce infiel a la carta de crédito y se van olvidando de querer alterar la ecuación central para cuyo cambio fue cada uno llamado alguna vez quizás desde el gong bribrante de su fibra más íntima. Froilán caminaba con pasos cortos y rápidos y se movía eléctricamente. Apenas saludó fue por unos vinos que repartió generoso y en seguida fue al grano, simpático pero directo, haciendo mil preguntas acerca de lo que estaban haciendo, requiriendo precisiones por las investigaciones que los pasantes tenían en marcha. El experimentado y jóven Director del Ecos de Punía también ofrendó una montaña de datos obtenidos de los múltiples informes periodísticos que producían desde su semanario. Más allá de las intenciones que combinaron, de los temas variados y siempre relacionados que abordaron en la charla explosiva con música electrónica ahora de fondo sonoro, Froilán les hizo sentir todo el respaldo en la aventura que estaban ya emprendiendo. Desde su vida de periodista, desde su puesto de trabajo como director del pequeño periódico regional les dio un aliento tan contundente que los pasantes se sintieron impulsados por la fuerza de un huracán. Su periodismo comprendieron los pasantes era grandioso y no temía enfrentar patrones de estancias locales o provinciales desde sus páginas, denunciando y señalando atropellos del poder sin buscar la fama personal, entregando el entero tiempo de su vida al servicio social. Froilán era un enamorado del oficio y sintió el pasante ahí estaba la cosa que hacía la diferencia. En esta reunión había multiplicidad de acuerdos inorgánicos, nacidos de otro motor esencial. ¡Chifling!, gritó Froilán y caminó hacia el centro del salón unos pasos siempre cortitos, como ensimismados, estirando la mano y trayéndolo del brazo amablemente entre risas al poeta. Chifling saludó a todos y reveló que Froilán ya lo había puesto al tanto del proyecto y se ofreció a colaborar. Los pasantes a esta hora estaban ya alucinados por los avances que lograban. Después el grupo se desarmó. Froilán regresaba a las sierras esa misma noche, pero no se quería ir tarde. Así que de pronto y tan inadvertido como cuando los saludó, desapareció. Sospecharon los pasantes que el bravo periodista no pensaba dormir solo esa noche”.

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