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Mientras tanto no mientan tanto

martes, 24 de julio de 2012

De la sota huele sangre otra vez

Como frente a la crisis de 2001, otra vez ahí como Gobernador, sus ansias presidenciales hacen crecer los colmillos que apenas disimula con los cuentos del abuelito José Manuel De la Sota se jugaba entonces su tercera y tal vez última oportunidad de acceder a la gobernación, paso imprescindible para su proyecto político central: la Presidencia de la Nación, su gran obsesión personal. Para no errar el tiro, se tomó de la mano del entonces presidente Carlos Menem quien, a cambio, entre otras cosas, le endosó de regalo a su hijo político predilecto, Germán Luis Kammerath Gordillo”. Esta primera frase del libro “Modelo Cordobés, nuevo menemismo”, de 2001, que reúne crónicas que compartimos con el poeta periodista / ángel y demonio Omar Hefling, está enmarcada en la época en que el Gobernador desesperaba por ser nominado por el peronismo en la oposición que se afilaba los dientes mientras tambaleaba para el nockaut el gobierno de Fernando De la Rúa. Eran días donde el presidente radical mostraba toda su impericia y la palabra “destituyente” no figuraba en el léxico político mediático. Y desear y manifestar públicamente para que se fuera un gobierno inepto y sospechado de corrupción que nos hundía en la tormenta económica por propia impericia no conformaba parte de un atentado a la democracia sino un claro derecho ciudadano de supervivencia. Cómo nos cambia el tiempo ¿verdad? “Que se vayan todos” fue una consigna que pecó de generalidad al punto que, a diez años de aquella crisis, están todos, camuflados, travestidos, enrocados pero toooodos ahí. El tiempo pasa, los actores son los mismos En aquél tobogan que aceleraba su pendiente hacia diciembre de 2001 el peso político más fuerte estaba en manos de Carlos Ruckauf, el sorridente gobernador de Buenos Aires, quién patinó fuerte y también fue arrastrado por la crisis. Y cuando en medio del desbarranque total vino la masacre represiva, minutos después que el helicóptero despegara de Casa Rosada con el Presidente en fuga, nuestro De la Sota ya estaba en los estudios de tv de Buenos Aires explicando su receta para salir de la crisis, fregándose las manos ante la insólita oportunidad que encontraba su carrera política y su obsesión personal: la Presidencia de la República. La increíble tensión de la realidad de esas horas lo mostró más desnudo que nunca tal vez. Por una parte era admirable su determinación de querer agarrar las papas calientes cuando otros guapos gobernadores salían corriendo. Creo que más que un armado político posible tuvo una osada decisión de lanzarse a cualquier precio. Y como siempre una visión de la política real que le permitía estar seguro de la primera regla de oro de cualquier país: Alguien tiene que gobernar. Con su gato grisáceo haciendo gala en su cabeza la suerte no estuvo de su parte en 2001. No le faltó coraje, pero tal vez no tenía aún la experiencia casi total como jefe peronista que ostenta ahora, y se apuró demasiado. Como quien dice se desbocó el caballo. Ahora, diez años más tarde, con el gato blanco nieve y look de “los cuentos del abuelito”, el tipo vuelve a la carga, está otra vez en la pole position, huele sangre. Sus competidores directos han sido acorralados por lo que algunos observadores políticos llaman la “izquierda o progresimo peronista”, extraña criatura que ven en el kirchnerismo nacional. Daniel Scioli y Mauricio Macri, los que podrían disputarle espacio a De la Sota en lo que aquellos mismos observadores llaman “derecha peronista”, no pueden asomar la cabeza sin ligar una serie consistentes de cachetazos. Y frente a este gobierno de registros patoteros por donde se lo mire ahí está parado dando batalla con sus nuevos cuentitos nuestro abuelito. Antes nos dijo que había que hacer como papá Menem y privatizar todo y quedarse con partes de ese todo enajenado. Así ganó Córdoba la primera vez, en épocas en que también Néstor y Cristina Kirchner eran tan menemistas como nuestro modelo cordobés en su modelo Santa Cruz. Ahora sólo hace falta decir que hay inflación para diferenciarse. Pero como su tiro esta vez no puede fallar, el De la Sota 2012 apunta al corazón del problema: la violencia social imperante y su amarga secuela de inseguridad ciudadana, que la aceleración del proceso inflacionario profundizará dramáticamente. Pero como aún más viejo y experimentado el abuelito sigue siendo el mismo, entonces representará con magistrales clases teatrales sus recetas explosivas, cabalgando la piel sensible de la opinión pública. Su receta de seguridad será el corazón de su propuesta. Y habrá que leerla con atención, porque cuando arrancó diciendo en su carrera a la primera gobernación “30 % menos de impuestos”, la osadía le alcanzó para ganar la partida (y desfinanciar la provincia). De la Sota, lo sabemos, sabe cómo aliviar los peores sentimientos de una sociedad desbandada que normalmente no respeta los códigos de convivencia jodiéndose los unos a los otros. El gobierno nacional, que sigue cerrando los ojos y haciéndose el boludo mientras diezmadas poblaciones indígenas sufren el desalojo y la represión policial, no tiene hoy en el escenario alguien que pudiera vencer a De la Sota en una eventual interna. Ninguno de sus principales aliados políticos, los gobernadores megamineros o los que arrasan bosques para avanzar con la soja tienen hoy proyección nacional. Y De la Sota es el único, además, que se ha plantado con una estrategia distinta frente al poder kirchnerista, impulsando los mismos intereses (el asentamiento de la criminal Monsanto en Córdoba es prueba suficiente) pero sin someterse discursivamente. O sea más de lo mismo con distinto olor emitido desde el mundo mediático. Cerrada la posibilidad de reforma constitucional y de re-reelección después de las declaraciones de los más empinados jueces de la Nación, Ricardo Lorenzetti y el Raúl Zaffaroni, la partida está oficialmente abierta. Ningún argumento basado en datos empíricos de la realidad del peronismo nos indica que, incluso, sea nuestro De la Sota el futuro candidato del kirchnerismo. El discurso oficial se refugiaría aceptando a regañadientes que se trata “del Alvear de Yrigoyen”, “la salida por derecha condicionados por el poder anti kirchnerista acumulado”, y boludeces por el estilo dicha por personas que actúan de igual modo en lo esencial pero utilizan distintas palabras para auto representarse. Y mientras se seguirán enriqueciendo con la plata que a todos nos roban, para los comunes mortales será más de lo mismo, algunos añitos de fiesta consumista seguido por otro momento de pagar los platos rotos, cada vez más caros. Un círculo hasta ahora imbatible de acontecimientos que nos acerca siempre un poco más a nuestro infierno.

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