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Mientras tanto no mientan tanto

miércoles, 13 de enero de 2010

Dale ahora que no nos mira nadie


La participación ciudadana y la calidad de la democracia

“Dale ahora que no nos mira nadie”, imagino que debe decir un ladrón a otro, a punto de quedarse con lo ajeno, en cualquier circunstancia. Y es que llegado al momento cumbre de cualquier fechoría, justo cuando se está por pasar la línea, el instante a partir del cual ya no habrá retorno, estas personas buscarán asegurarse lo más que puedan que no habrá testigos del hecho que los puedan identificar, por ejemplo el momento de saltar la tapia en dirección a un garrafa de gas, por dar un caso casi inocente en los tiempos que corren.
La preocupación de cualquier persona será, en estos casos, que nadie los mire cuando hacen lo que hacen.
Cuando se encuentran a punto de saltar la tapia, justo en el límite a partir del cual ingresarán a una casa en busca del botín, cuando el delito comienza a ser configurado y de los planes se pasa a la acción, en ese preciso momento los ladrones deben asegurarse que nadie los mire, que no haya testigos. Por caso, la presencia de o la observación de un vecino podría ser letal para los malhechores. Si alguien diera aviso a las autoridades podrían ser agarrados in fraganti. O acaso identificados y luego buscados. Ese vecino no estaría haciendo otra cosa que transmitir la información de un hecho concreto, con lo cual perjudicaría decisivamente a nuestros ladronzuelos, quienes así se verían perjudicados, de modo directo, por la circulación de esa información.
Aunque no lo racionalicen de modo filosófico, nuestros ladrones de garrafas tienen como enemigo primero la esencia constitutiva de la libertad de expresión.
La libertad de prensa, que hace circular sin censura previa la información, atenta también contra estos pequeños apropiadores de lo ajeno.
¿Y si el vecino observa y decide callar por temor o indiferencia? ¿Y si la prensa deja de publicar información de hechos comprometedores que eventualmente pudieran poner en riesgo la impunidad de quienes los llevan a cabo? Así lo hiciera por temor, indiferencia o por la autocensura que cotiza en jugosas pautas publicitarias oficiales o privadas, cuando la prensa calla es otra puñalada a la libertad de expresión, al derecho ciudadano de acceder a la información de los temas que se relaciones con el interés público.
Si el vecino observa, se esconde y calla, verá cómo en su barrio se irán esfumando las garrafas.

La calidad de la democracia
De esto se trata la participación ciudadana como elemento esencial que define la calidad de la democracia y la calidad de vida general en una sociedad cualquiera.
Tentados por el veneno del poder, igual a como ocurre con la heroína, sólo parecen sus víctimas calmarse de momento con otra dosis más grande de poder y así hasta la locura.
Con frecuencia y regularidad asombrosas, fuera de la ética, en todas las latitudes, tiende el hombre a irse quedando con todo lo más que pueda, a acumular, a sumar en sus cuentas la mayor cantidad de dinero posible.
El veneno del poder, que tiene el aroma del papel moneda y el brillo del oro arrastra a los hombres y mujeres en todas las latitudes hacia la codicia sin límites, aún a costa de los otros, y desde los gobiernos peor aún, con el dinero y las necesidades de los otros.
En el planeta, de modo sistemático y racional, se miden vectores, se logran estadísticas que van mostrando resultados. Una de estas mediciones internacionales tiene que ver con la calidad de la democracia. El ranking, realizado en este caso por la revista inglesa The Economist, está basado en el análisis de 60 indicadores agrupados en cinco categorías, consideradas factores esenciales en una democracia: proceso electoral y pluralismo; libertades civiles; funcionamiento del gobierno; participación política, y cultura política. El índice de democracia es el promedio de los valores de cada categoría, en una escala del 0 al 10.
De acuerdo a este estudio, las democracias más plenas en el mundo se dan en los siguientes países: . 1 Suecia, 2 Islandia, 3 Holanda, 4 Noruega, 5 Dinamarca, 6 Finlandia, 7 Luxemburgo, 8 Australia, 9 Canadá, 10 Suiza.
No es casual, pero en estos países, sus ciudadanos gozan de la mejor calidad de vida. En estas diez naciones de la tierra se verifica, además, las menores diferencias socioeconómicas entre quienes más y menos tienen.
Si damos vueltas por el mundo y recogemos las pruebas, llegamos a una conclusión categórica: Donde la democracia es más plena, la gente vive más dignamente.
Y todo se debe, en principio, al grado de participación ciudadana en los asuntos públicos. Se trata del vecino que no se hace el distraído cuando a otro le van a robar la garrafa, y del ciudadano que se atreve, y de la prensa comprometida con principios y nos con gobiernos.
Así llegamos a nuestras comunidades. Y mientras hay cabezas duras o miopes que le endilgan a la democracia los males que vivimos, hay también por suerte cada vez más vecinos que se asumen ciudadanos, protagonistas de un destino común, que se vuelcan cada vez con mayor madures y convicción, a la participación ciudadana.
Todos ellos, los que participan desde las instituciones, desde la solidaridad, las 27 instituciones del Concejo de la Ciudad, los que se autoconvocan por algún motivo, los partidos políticos que buscan abrir sus puertas y en general desde cualquier lugar de participación por informal que esta fuera, están generando, aunque no lo sospechen, aunque con frecuencia sobrevenga el desánimo, una mejor calidad democrática de la sociedad, una mejor calidad de vida para todos.
En pequeñas comunidades como La Falda, donde la participación ha explotado en los últimos tiempos a partir de la reacción ciudadana frente a los desmanes de las autoridades, hay una cosa que ya es clara y cierta: El próximo Gobierno municipal, del signo político que sea, estará mucho más observado, mucho más controlado por esta participación.
El que viene será, sin dudas, un Gobierno mejor.

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