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Mientras tanto no mientan tanto

jueves, 11 de abril de 2013

La reforma judicial de Cristina Kirchner


¿Se busca “democratizar” la Justicia o nos acercamos a ideas prefascistas?

Nos haría falta la figura legal de "Crímenes Populares"

¿Conservador o reformista? ¿De qué cosa?
Soy conservador cuando pienso a la criminal Monsanto que con tanto entusiasmo promueve la Presidenta Cristina Kirchner. En este sentido soy conservador como el Presidente boliviano Evo Morales, quien logró la aprobación democrática de la Ley de laTierra, que rechaza el cultivo de semillas modificadas genéticamente sólo para sobrevivir a los pesticidas de Monsanto que así crean licencias y monopolios a costa de perder los campesinos sus tierras y contaminar en modo letal el medio ambiente.
También soy conservador cuando pienso en los “modernos” métodos de extraccción de mineral con la minería a cielo abierto con su destrucción paisajística y la contaminación nada menos que de las napas acuíferas. Rechazo esta modernidad, esta Avanzada del Progreso como escribió magistralmente Joseph Conrad.
¿Soy conservador? ¿De qué cosa?
Del patrimonio histórico que legaron las generaciones sobre la tierra, creando arte con la arquitectura edilicia. Pienso a “modernistas” que quiera tirar abajo el edificio de la Fontana de Trevi en Roma o el Hotel Edén en La Falda para construir un edificio de oficinas, apartamentos, un shopping. O sea soy conservador del patrimonio público de frente a los especuladores inmobiliarios que sólo ven la posibilidad de ganar dinero sin importar los daños a la comunidad.
Cuando en Salta creció el rio y provocó la tragedia de Tartagal mucho no se habló pero tanto ha influenciado el desmonte que los gobiernos nacional y provinciales propician para plantar soja de la mano de Monsanto. 


















En la foto sobre estas líneas se puede observar el Río Tartagal después de la crecida y a sus costados, en lugar del bosque natural que entre otras cosas contiene y conserva el agua, se ven las inmensas plantaciones de soja (que siguen creciendo).
En este contexto, soy conservador en el sentido que estoy totalmente en contra del exterminio de poblaciones milenarias, como los Qom, los Wichis y todos los indígenas que son masacrados por la represión policial o por consumir agrotoxicos que tiran los vecinos mientras siembran y piensan al próximo desmonte.  
Para llevar adelante esta proeza sanmartiniana (según Carta Abierta), las provincias y sus gobernadores capanga meten la policía para el trabajo sucio. El amparo legal y el empuje político institucional se lo da el Gobierno Nac. & Pop. con la Ley Antiterrorista y el aval / promoción (¿asociación en las ganancias?) a Monsanto, Barrick Gold y otras multinacionales exterminadoras.
En este mismo contexto histórico que nos toca, tan desprestigiado por discusiones hechas de latigazos verbales y espíritu barra brava en 140 caractéres, soy conservador en el sentido en que la especulación inmobiliaria urbana, fuente histórica de enriquecimiento ilícito de las clases políticas más corruptas de la historia en todo el planeta, también están presentes en la tragedia de la inundación de La Plata.
Hace décadas que se sabe a ciencia cierta cuáles son los cauces que los ríos desarrollan aunque sea cada cien años ¿Quién aprueba un loteo allí? ¿Cuánto se puso en el bolsillo? ¿La constructora era del tío? ¿A cuántas personas asesinó como partícipe necesario?
La corrupción es el histórico vector político de los “crímenes populares”, categoría que debiera comenzar a pensarse seriamente desde el Códogo Penal, ya que es el voto popular el que hace que un político esté allí gobernando, decidiendo a nuestro mandato la suerte colectiva, representando lo que se supone son los intereses generales de la sociedad.
Lo podemos ver en la tragedia ferroviaria de Once, en Tartagal, La Plata, Cromagnon, en los miles y miles de muertes en accidentes de tránsito, etcetera etcetera y etcetera hasta lo insoportable.


Cristina Kirchner y Silvio Berlusconi, coincidencias odiosas

Por estos días el gobierno de Cristina está empeñado en una reforma judicial. Es un empeño vital según nos dice para el funcionamiento pleno de la democracia.
Aquí en Italia también hay una persona siempre empeñada en reformar la Justicia, nuestro querido Silvio Berlusconi. Al él nunca le van bien los requerimientos de los fiscales ni las sentencias de los jueces.
La Justicia “es corporativa”, “defiende sus intereses”, “retrasa al país” y es “un nido de comunistas que quieren destruir el sistema de vida italiano”.  Más o menos así sería su visión definida en títulos. Su tabla de salvación, hasta el día en que esto escribo, son las garantías que da el sistema judicial italiano (preciosamente conservado en sus principios) donde está la sentencia de primer grado, la segunda de la Cámara y la Tercera de la Corte.
Para no poder presentarse a elecciones debe estar condenado ya en segunda instancia, o sea por una Cámara que confirme la condena primera del juez actuante. Y Silvio tiene, por ahora, condena en primera instancia. Así que la Constitución lo ampara para seguir aspirando a Premier o Presidente de la Repubblica gracias a la “presunción de inocencia”.
Este punto me puede resultar un poco fastidioso en tanto creo firmemente que Silvio es realmente un cretino, un canalla que se aprovecha del poder para beneficiarse a si mismo en nombre del pueblo. Pero sería idiota de mi parte oponerme a estas instancias previstas por la Constitución para asegurar la “presunción de inocencia”. Mañana mismo, si gobernara otra vez y se asegurara así su impunidad con la fuerza de su gobierno y el amparo del voto popular, Silvio podría decir que la Justicia es lenta y nunca llega (como de hecho lo dice) para proponer “cambios”. Podríamos imaginar hacia dónde irán esas reformas no por prejuicio político, sino porque ya lo ha intentado concretamente con leyes durante años de Gobierno. Leyes por ejemplo “ad personam” que con el noble objetivo de “hacer más rápida la Justicia” acortó drásticamente el tiempo de prescripción para algunos reatos, quedando al instante posterior de la votación liberado de varias causas que, con la nueva Ley votada por sus diputados (siempre elegidos por el pueblo, obviamente), sencillamente prescribieron.
Las leyes y grandes reformas se deben pensar con al menos un poquito de honestidad e inteligencia colectiva.
¿Qué pensó Italo Luder y el gobierno de Isabel Perón cuando dieron la orden de “aniquilar la subversión”? ¿Pensaron que siempre estaría allí en el poder? ¿No sospechaban nada de Rafael Videla, Jefe del Ejército del Gobierno del gobierno popular que debía aplicarla?
¿Qué pensó Cristina y los legisladores oficialistas al aprobar la Ley Antiterrorista?
¿Por qué si la amplican hoy contra los Qom es buena y si ganara Macri las próximas elecciones sería un mal tipo si la busca aplicar rigurosamente contra una eventual protesta política de La Campora?
La Justicia no es perfecta y siempre puede ser reformada. El punto es qué cosas se deben conservar y cuáles deben en cambio progresar, mejorar para dar un mejor servicio de Justicia a la ciudadanía.
Según la diputada kirchnerista Diana Conti (la misma que quiere “Cristina eterna”), los miembros del Consejo de la Magistratura, que nomina o destituye jueces, deben ser electos por el voto popular, en listas partidarias. O sea que quien nombra o destituye jueces sería así una persona de la lista politica del partido gobernante, a quien estos jueces deberán  “investigar con imparcialidad”. Si no fueran ciertas estas argumentaciones darían risa.
La idea de Conti se resume enuna respuesta dada a un periodista de La Nación.
“¿Por qué se mantuvieron los dos tercios (en cambio de la mayoría simple que ahora se repropone por el mismo kirchnerismo para destituir un Juez) en la última reforma?
-Siguió privando el criterio conservador (afirmó Diana suelta de cuerpo). Para hacer una reforma como ahora había que haber hecho un trabajo de acumulación política suficiente como para poder ir y votar sin que los que se resisten tengan el número para impedirlo”. (Tomá mate Nero)
Siguió primando “el criterio conservador” dijo clarito. O sea que si me parece mal estos aspectos de la reforma actual soy eso, “un conservador”, obviamente asociado a “la derecha golpista” según razonan los manipuladores del poder central. Y sería “un conservador” porque me gusta más la idea de que un Juez caulquiera, que tantas veces se encuentra en condiciones de investigar por ejemplos estos “crímenes populares” que mencionabamos, no pueda ser fácilmente expulsado por el mismo poder que pretende investigar para deslindar responsabilidades.
¿La reforma viene por el caso Clarín y sus amparos, o por la tragedia de Once y sus imputados y posibles implicados entre otras causas en danza?

¿Es una idea democrática o una reforma fascistoide?
En la dificultad de comprender el criterio y la idea de fondo que ronda en las palabras de Diana Conti y la propuesta del Gobierno de Cristina me vino, sin embargo, la tonta idea de buscar la base filosófica de la reforma judicial que impulsó el fascimo en Italia en épocas de Benito Mussolini. Me impulsó una declaración del diputado opositor Jorge Yoma, quien a propósito de la reforma que se debate declaró que “esto es fascismo, es de Mussolini o Hitler”. Me pareció a la distancia un poco exagerado, más fruto de la pasión opositora que de un análisis anclado en la realidad. Pero me hizo dudar y allá fui.
El Gobierno puede prescindir del servicio de aquellos magistrados y funcionarios que ‘por razones de manifestaciones realizadas dentro o fuera de sus oficinas, no den plena garantía de un fiel cumplimiento de su deber o se pongan en condiciones de incompatibilidad con las directivas generales de la política de Gobierno”.
La idea es que si un Juez se pone en “incompatibilidad con las directivas generales de la política de Gobierno”, lo que hace no es otra cosa que ponerse en “incompatibilidad” , por curiosa transferencia, con el “voto del pueblo”.
El razonamiento no es de Diana Conti. Tampoco es parte de una pieza oratoria destacada de nuestra Presidenta. Es el texto del Artículo 1 de la Ley Mussolini – Rocco (no por el dotado porno star sino por quien fuera su Ministro de Justicia en 1925).
Este razonamiento fascista “suena” fascinante. Es el pueblo en ultima instancia quien decide, según se desprende. Lástima que sea una mentira alucinante. No vivimos una democracia directa, o sea que cuando votamos no lo hacemos para gobernar nosotros sino a través de otro, un representante. Y cuando el representante es elegido, se sabe, debe ser controlado; en este caso por el Poder Judicial.
¿Alguien votó alfguna vez ir a la guerra?
Claro que no, para eso estaban los representantes, que valientes mandan millones de votantes a la masacre.
¿Alguien del amado pueblo quiere que se contaminen las aguas con cianuro para que se enriquezca la Barrick Gold? Diría que no, pero eso lo deciden los gobernantes, que obviamente están amparados por el voto popular.
Lo siento mucho por los inocentes que aún creen que al apoyar cualquier cosa de este gobierno significa hacer algo en la dirección correcta. Pero para su futuro consuelo también les digo que las condiciones para instalar el fascismo no nacen solas ni de la noche a la mañana. El maestro Mussolini empezó como socialista. Engaña por izquierda y te revienta más tarde por derecha.
Un viejo juego al que me sigo negando.
¿Soy un conservador? ¿De qué cosa?
Quiero conservar el medio ambiente, la integridad de los pueblos indígenas y las personas que luchan contra el saqueo actual de recursos naturales. También quiero conservar una clara división de Poderes que asegure los derechos esenciales de la vida democrática, con una Justicia independiente del Poder Ejecutivo. O sea, para que no queden dudas, quiero vivir en una República democrática. Esto, confieso, me gustaría mucho conservar.
No quiero sin embargo “conservar” el status quo social donde los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres y contaminados. Ni quiero conservar, tampoco, ningún tipo de impunidad para los poderosos y corruptos que causan crímenes populares con sus ambiciones desmedidas, sean estos Berlusconis o Kirchners.