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Mientras tanto no mientan tanto

jueves, 28 de enero de 2010

Los cuentos que Omar Hefling nos cuenta


Del excelso periodista y escritor Omar Hefling pueden decirse muchas cosas, lo sabemos, algunas un tanto sospechosas, otras sin el mínimo fundamento. Pero con la premeditada intención de que cada uno se sumerja como pueda en sus cuentos y aventuras hilarantes, sólo decimos que vamos a publicar en este blog un par de los que integran el libro “El escritor oculto” (una delicia para las neuronas) que acaba de presentar en La Casa de España Córdona, y en Ugolino RestoArte, de La Falda.

Comentarios sobre el libro de Oliverio
Ochava

Justino Vargas, el socio del silencio


La trayectoria de Justino Vargas, dice el periodista y antropólogo del deporte Oliverio Ochava, no tiene parangón en la historia mundial del referato. Ejerció durante cuarenta años el ingrato oficio de juez de línea en los torneos de ascenso de la Asociación de Fútbol de Córdoba. Además de su conducta intachable era todo un caballero. Jamás respondió ni con un gesto a las innumerables agresiones que cobró su humanidad. Según Oliverio, Vargas no llegaba al metro sesenta de estatura y no acusaba en la balanza más de cincuenta y cinco kilogramos; tenía la gallarda figura de un jockey. Con una meticulosidad increíble plasmó en un par de cuadernos "los fríos números de la desdicha", como Justino llamaba a sus estadísticas: "Corrí casi 5000 kilómetros al borde de la línea de cal empuñando el banderín de la justicia sin que nunca me temblara el pulso a la hora de marcar una infracción", rescata el profesor Ochava de una entrevista que le realizara conmovido por su valentía, elevándolo a la altura de los jueces italianos del caso mani pulite. Las estadísticas de Justino Vargas sobre las agresiones que padeció son escalofriantes y estremecedoras: "A lo largo de mi carrera me acertaron 6000 naranjazos, por lo que a mí vitamina C nunca me faltó; las diversas hinchadas hicieron gala de puntería haciendo blanco en mi persona en 3800 oportunidades con tomates y huevos podridos, y en alrededor de 1500, con piedras y monedazos.
Los cracks sin ética deportiva me hicieron víctima de por lo menos veinte agresiones físicas por lo que mi boca desdentada no es más que un clamor de justicia". Refiere Ochava con orgullo que las doce piezas dentarias, la totalidad de incisivos y caninos inferiores y superiores que le fueran obsequiadas por Justino antes de morir a comienzo de los ochenta, tendrán un sitial de honor en el "Museo de la Impunidad del Balonpié", que lentamente toma formas en el garaje de su casa. Su retiro se produjo a los sesenta años y si bien Justino adujo que la causa fue un boicot de las camadas jóvenes de jueces corruptos, en verdad fue por la pérdida de capacidad visual. Se dice que invalidó un gol en contra por posición adelantada, creyendo que era un delantero el defensor que en el intento de jugar con su arquero clavó la pelota en el fondo de la red. Según el profesor Ochava, los restos de de Justino Vargas descansan para siempre en el cementerio de San Vicente. En su tumba no hay flores, en la cabecera se yergue ondulante un banderín. Y hasta el día de hoy, todos los lunes aparecen sobre el rectángulo naranjas reventadas.


Para comunicarse con Hefling, haga un clik sobre su foto evoista e ingrese a su blog.

miércoles, 13 de enero de 2010

Dale ahora que no nos mira nadie


La participación ciudadana y la calidad de la democracia

“Dale ahora que no nos mira nadie”, imagino que debe decir un ladrón a otro, a punto de quedarse con lo ajeno, en cualquier circunstancia. Y es que llegado al momento cumbre de cualquier fechoría, justo cuando se está por pasar la línea, el instante a partir del cual ya no habrá retorno, estas personas buscarán asegurarse lo más que puedan que no habrá testigos del hecho que los puedan identificar, por ejemplo el momento de saltar la tapia en dirección a un garrafa de gas, por dar un caso casi inocente en los tiempos que corren.
La preocupación de cualquier persona será, en estos casos, que nadie los mire cuando hacen lo que hacen.
Cuando se encuentran a punto de saltar la tapia, justo en el límite a partir del cual ingresarán a una casa en busca del botín, cuando el delito comienza a ser configurado y de los planes se pasa a la acción, en ese preciso momento los ladrones deben asegurarse que nadie los mire, que no haya testigos. Por caso, la presencia de o la observación de un vecino podría ser letal para los malhechores. Si alguien diera aviso a las autoridades podrían ser agarrados in fraganti. O acaso identificados y luego buscados. Ese vecino no estaría haciendo otra cosa que transmitir la información de un hecho concreto, con lo cual perjudicaría decisivamente a nuestros ladronzuelos, quienes así se verían perjudicados, de modo directo, por la circulación de esa información.
Aunque no lo racionalicen de modo filosófico, nuestros ladrones de garrafas tienen como enemigo primero la esencia constitutiva de la libertad de expresión.
La libertad de prensa, que hace circular sin censura previa la información, atenta también contra estos pequeños apropiadores de lo ajeno.
¿Y si el vecino observa y decide callar por temor o indiferencia? ¿Y si la prensa deja de publicar información de hechos comprometedores que eventualmente pudieran poner en riesgo la impunidad de quienes los llevan a cabo? Así lo hiciera por temor, indiferencia o por la autocensura que cotiza en jugosas pautas publicitarias oficiales o privadas, cuando la prensa calla es otra puñalada a la libertad de expresión, al derecho ciudadano de acceder a la información de los temas que se relaciones con el interés público.
Si el vecino observa, se esconde y calla, verá cómo en su barrio se irán esfumando las garrafas.

La calidad de la democracia
De esto se trata la participación ciudadana como elemento esencial que define la calidad de la democracia y la calidad de vida general en una sociedad cualquiera.
Tentados por el veneno del poder, igual a como ocurre con la heroína, sólo parecen sus víctimas calmarse de momento con otra dosis más grande de poder y así hasta la locura.
Con frecuencia y regularidad asombrosas, fuera de la ética, en todas las latitudes, tiende el hombre a irse quedando con todo lo más que pueda, a acumular, a sumar en sus cuentas la mayor cantidad de dinero posible.
El veneno del poder, que tiene el aroma del papel moneda y el brillo del oro arrastra a los hombres y mujeres en todas las latitudes hacia la codicia sin límites, aún a costa de los otros, y desde los gobiernos peor aún, con el dinero y las necesidades de los otros.
En el planeta, de modo sistemático y racional, se miden vectores, se logran estadísticas que van mostrando resultados. Una de estas mediciones internacionales tiene que ver con la calidad de la democracia. El ranking, realizado en este caso por la revista inglesa The Economist, está basado en el análisis de 60 indicadores agrupados en cinco categorías, consideradas factores esenciales en una democracia: proceso electoral y pluralismo; libertades civiles; funcionamiento del gobierno; participación política, y cultura política. El índice de democracia es el promedio de los valores de cada categoría, en una escala del 0 al 10.
De acuerdo a este estudio, las democracias más plenas en el mundo se dan en los siguientes países: . 1 Suecia, 2 Islandia, 3 Holanda, 4 Noruega, 5 Dinamarca, 6 Finlandia, 7 Luxemburgo, 8 Australia, 9 Canadá, 10 Suiza.
No es casual, pero en estos países, sus ciudadanos gozan de la mejor calidad de vida. En estas diez naciones de la tierra se verifica, además, las menores diferencias socioeconómicas entre quienes más y menos tienen.
Si damos vueltas por el mundo y recogemos las pruebas, llegamos a una conclusión categórica: Donde la democracia es más plena, la gente vive más dignamente.
Y todo se debe, en principio, al grado de participación ciudadana en los asuntos públicos. Se trata del vecino que no se hace el distraído cuando a otro le van a robar la garrafa, y del ciudadano que se atreve, y de la prensa comprometida con principios y nos con gobiernos.
Así llegamos a nuestras comunidades. Y mientras hay cabezas duras o miopes que le endilgan a la democracia los males que vivimos, hay también por suerte cada vez más vecinos que se asumen ciudadanos, protagonistas de un destino común, que se vuelcan cada vez con mayor madures y convicción, a la participación ciudadana.
Todos ellos, los que participan desde las instituciones, desde la solidaridad, las 27 instituciones del Concejo de la Ciudad, los que se autoconvocan por algún motivo, los partidos políticos que buscan abrir sus puertas y en general desde cualquier lugar de participación por informal que esta fuera, están generando, aunque no lo sospechen, aunque con frecuencia sobrevenga el desánimo, una mejor calidad democrática de la sociedad, una mejor calidad de vida para todos.
En pequeñas comunidades como La Falda, donde la participación ha explotado en los últimos tiempos a partir de la reacción ciudadana frente a los desmanes de las autoridades, hay una cosa que ya es clara y cierta: El próximo Gobierno municipal, del signo político que sea, estará mucho más observado, mucho más controlado por esta participación.
El que viene será, sin dudas, un Gobierno mejor.

Dale ahora que no nos mira nadie


La participación ciudadana y la calidad de la democracia

"Dale ahora que no nos mira nadie”, imagino que debe decir un ladrón a otro, a punto de quedarse con lo ajeno, en cualquier circunstancia. Y es que llegado al momento cumbre de cualquier fechoría, justo cuando se está por pasar la línea, el instante a partir del cual ya no habrá retorno, estas personas buscarán asegurarse lo más que puedan que no habrá testigos del hecho que los puedan identificar, por ejemplo el momento de saltar la tapia en dirección a un garrafa de gas, por dar un caso casi inocente en los tiempos que corren.
La preocupación de cualquier persona será, en estos casos, que nadie los mire cuando hacen lo que hacen.
Cuando se encuentran a punto de saltar la tapia, justo en el límite a partir del cual ingresarán a una casa en busca del botín, cuando el delito comienza a ser configurado y de los planes se pasa a la acción, en ese preciso momento los ladrones deben asegurarse que nadie los mire, que no haya testigos. Por caso, la presencia de o la observación de un vecino podría ser letal para los malhechores. Si alguien diera aviso a las autoridades podrían ser agarrados in fraganti. O acaso identificados y luego buscados. Ese vecino no estaría haciendo otra cosa que transmitir la información de un hecho concreto, con lo cual perjudicaría decisivamente a nuestros ladronzuelos, quienes así se verían perjudicados, de modo directo, por la circulación de esa información.
Aunque no lo racionalicen de modo filosófico, nuestros ladrones de garrafas tienen como enemigo primero la esencia constitutiva de la libertad de expresión.
La libertad de prensa, que hace circular sin censura previa la información, atenta también contra estos pequeños apropiadores de lo ajeno.
¿Y si el vecino observa y decide callar por temor o indiferencia? ¿Y si la prensa deja de publicar información de hechos comprometedores que eventualmente pudieran poner en riesgo la impunidad de quienes los llevan a cabo? Así lo hiciera por temor, indiferencia o por la autocensura que cotiza en jugosas pautas publicitarias oficiales o privadas, cuando la prensa calla es otra puñalada a la libertad de expresión, al derecho ciudadano de acceder a la información de los temas que se relaciones con el interés público.
Si el vecino observa, se esconde y calla, verá cómo en su barrio se irán esfumando las garrafas.

La calidad de la democracia
De esto se trata la participación ciudadana como elemento esencial que define la calidad de la democracia y la calidad de vida general en una sociedad cualquiera.
Tentados por el veneno del poder, igual a como ocurre con la heroína, sólo parecen sus víctimas calmarse de momento con otra dosis más grande de poder y así hasta la locura.
Con frecuencia y regularidad asombrosas, fuera de la ética, en todas las latitudes, tiende el hombre a irse quedando con todo lo más que pueda, a acumular, a sumar en sus cuentas la mayor cantidad de dinero posible.
El veneno del poder, que tiene el aroma del papel moneda y el brillo del oro arrastra a los hombres y mujeres en todas las latitudes hacia la codicia sin límites, aún a costa de los otros, y desde los gobiernos peor aún, con el dinero y las necesidades de los otros.
En el planeta, de modo sistemático y racional, se miden vectores, se logran estadísticas que van mostrando resultados. Una de estas mediciones internacionales tiene que ver con la calidad de la democracia. El ranking, realizado en este caso por la revista inglesa The Economist, está basado en el análisis de 60 indicadores agrupados en cinco categorías, consideradas factores esenciales en una democracia: proceso electoral y pluralismo; libertades civiles; funcionamiento del gobierno; participación política, y cultura política. El índice de democracia es el promedio de los valores de cada categoría, en una escala del 0 al 10.
De acuerdo a este estudio, las democracias más plenas en el mundo se dan en los siguientes países: . 1 Suecia, 2 Islandia, 3 Holanda, 4 Noruega, 5 Dinamarca, 6 Finlandia, 7 Luxemburgo, 8 Australia, 9 Canadá, 10 Suiza.
No es casual, pero en estos países, sus ciudadanos gozan de la mejor calidad de vida. En estas diez naciones de la tierra se verifica, además, las menores diferencias socioeconómicas entre quienes más y menos tienen.
Si damos vueltas por el mundo y recogemos las pruebas, llegamos a una conclusión categórica: Donde la democracia es más plena, la gente vive más dignamente.
Y todo se debe, en principio, al grado de participación ciudadana en los asuntos públicos. Se trata del vecino que no se hace el distraído cuando a otro le van a robar la garrafa, y del ciudadano que se atreve, y de la prensa comprometida con principios y nos con gobiernos.
Así llegamos a nuestras comunidades. Y mientras hay cabezas duras o miopes que le endilgan a la democracia los males que vivimos, hay también por suerte cada vez más vecinos que se asumen ciudadanos, protagonistas de un destino común, que se vuelcan cada vez con mayor madures y convicción, a la participación ciudadana.
Todos ellos, los que participan desde las instituciones, desde la solidaridad, las 27 instituciones del Concejo de la Ciudad, los que se autoconvocan por algún motivo, los partidos políticos que buscan abrir sus puertas y en general desde cualquier lugar de participación por informal que esta fuera, están generando, aunque no lo sospechen, aunque con frecuencia sobrevenga el desánimo, una mejor calidad democrática de la sociedad, una mejor calidad de vida para todos.
En pequeñas comunidades como La Falda, donde la participación ha explotado en los últimos tiempos a partir de la reacción ciudadana frente a los desmanes de las autoridades, hay una cosa que ya es clara y cierta: El próximo Gobierno municipal, del signo político que sea, estará mucho más observado, mucho más controlado por esta participación.
El que viene será, sin dudas, un Gobierno mejor.

lunes, 4 de enero de 2010

La ciudad del Gran Pez, el decadente Sofovich y un candidato para el 2011


En el cuento “Historia del guerrero y la cautiva”, Jorge Luís Borges describe un hecho que lo asombra, ocurrido en Europa entre el siglo VI y VIII. Describe a un guerrero de una civilización rudimentaria, los bárbaros, que venían de la región del Danubio y del Elba, de lo que hoy se conoce como Alemania, “de las selvas inextricables, del jabalí y del uro”, para atacar ciudades del Imperio Romano. Ya en Italia, a las puertas de Ravena, el guerrero Droctulft, decidió convertirse y terminó defendiendo la ciudad, muriendo en esa misma batalla. Borges, entonces, se pregunta qué vio el guerrero para cambiar de idea. Lo describe con su genial maestría: “Las guerras lo traen a Ravena y ahí ve algo que no había visto jamás, o que no ha visto con plenitud. Ve el día y los cipreses y el mármol. Ve un conjunto que es múltiple, sin desorden; ve una ciudad, un organismo hecho de estatuas, de templos, de jardines, de habitaciones, de gradas, de jarrones, de capiteles, de espacios regulares y abiertos. Ninguna de esas fábricas (lo sé) lo impresiona por bella; lo tocan como ahora nos tocaría una maquinaria compleja, cuyo fin ignoráramos, pero en cuyo diseño se adivinara una inteligencia inmortal… Bruscamente lo ciega y lo renueva esa revelación, la Ciudad”.

La ciudad del Gran Pez
Varios siglos después que Droctulft, el intendente de La Falda, Marcos Sestopal, conocido en la comarca como El Gran Pez, no ha logrado en más de seis años de gestión, y con recaudaciones históricas, dar un ordenamiento mínimo a la ciudad. Aquellos jarrones y estatuas de Ravena son el mobiliario municipal urbano inexistente, la falta de cartelería básica, la inexplicable ausencia de cestos de basura y la consecuente mugre permanente de los espacios públicos. En las ciudades de la antigua Roma, los edificios principales formaban los espacios abiertos donde el pueblo se reunía. Aquí le dimos el Hotel Edén a los Amigos del Poder y de paso le hacemos toda la promoción con dineros públicos. Los empleados de alumbrado público se disculpan ante los vecinos que reclaman por las calles oscuras, confesando la falta de focos por falta de dinero, pero se paga la luz a los amigos. A otros vecinos que intentan formar una fundación de fines benéficos el Gran Pez, en persona, les dice que no hay un peso para nada. Pero después no se miden los gastos para Sofovich y su gaterío decadente y televisivo. No hay dinero para tratar a nuestros jóvenes cuando caen víctimas del alcohol y las drogas duras, pero el secretario de Turismo Daniel Buonamico se gasta fortunas en cuarenta espectáculos de entrada libre que aportan tan poco que ni se anima a poner el escenario en el playón del andén del ferrocarril, temiendo un previsible fracaso de asistencia de público, que demostraría la inutilidad del millonario gasto como elemento de atracción al turista ¿Alguien imagina que los turistas vienen a La Falda atraídos por los espectáculos de la Avenida? Todos imaginamos, sin embargo, que algo extraño debe ocurrir en la oficina de Buonamico, donde se pagan los contratos más onerosos de la Argentina, según el testimonio de los propios artistas beneficiados por el generoso Secretario de Turismo. Por citar un caso, en febrero pasado, una cantante de tango estaba feliz porque, por primera vez en su vida, había cobrado siete mil pesos por una actuación, más los pasajes, el hotel, almuerzo, cena y remis al aeropuerto. Ni en el Sheraton de Buenos Aires le pagan la mitad. Estos ejemplos se multiplican y la generosidad de Buonamico, con los dineros públicos, no tiene límites.

“Felicitaciones por el Intendente que tienen”
Eso dijo Sofovich en el Auditorio el lunes pasado, en la fiesta de apertura de temporada. “Algo histórico, nunca visto”, lanzó el locutor, mientras las decadentes Primas cantaban “Sacá la mano Antonio que mamá está en la cocina”.
¿Cuánto nos saldrá la movida del verano de Sofovich a los faldenses?
Sin dudas, de aquellas ciudades romanas, el Gran Pez sólo ha recuperado la cuestión del circo. “Pan y circo”, la fórmula antigua que se multiplicó hacia la decadencia de aquél imperio.
Sestopal está ido. La ciudad no le interesa. Sólo le queda gastar el dinero que ahora no tiene para buscar el efecto efímero de codearse con famosos decadentes. Fracasó su faraónica y costosa obra de gas, no convoca ni a los empleados municipales para hacer su mentiroso consenso y el plan integral no ha logrado integrar a nadie porque nadie le cree y ahora, para salvar las papas de aquellos intereses que representa, viene el ministro Carlos Caserio y anuncia junto al Gobernador seis millones de pesos para remodelar la Av. Edén.
La obra es necesaria y es interesante como punto de partida de una planificación urbana inexistente. Los barrios y toda la ciudad también necesitan inversión pública. Está planteada desde hace ocho años por arquitectos, ingenieros y profesionales locales. Con lo que se gastó en espectáculos gratuitos en toda su gestión, ya estaría terminada, y la ciudad comenzaría a parecerse a una ciudad agradable para ser visitada, para asombro de los visitantes, que por ahora seguirán llegando a la abandonada Terminal de ómnibus que tenemos, sucia y destruida.

Una figura con buena imagen se busca
Sestopal, políticamente, está liquidado. Entonces Caserio acordará con el Defensor del Pueblo Mario Decara, también con billetera abultada de dineros públicos, una figura “respetable” para que inaugure sobre finales del año que ya comienza la obra de la Avenida Edén. Y habrá más circo, y mucho dinero para eventos efímeros. Y allí aparecerá el sucesor del Gran Pez.
Será una persona de buena imagen, incluso alguien que pudiera tener buenas intenciones. Pero representará los intereses del dúo dinámico de la política vernácula. Y Guillermo Piñeiro seguirá en la Procuración. Y los negocios seguirán porque los Amigos del Poder siempre estarán allí. Para todos ellos, el Gran Pez y sus caprichos es la pesadilla que hay que soportar y apuntalar un tiempo más, mientras se viene la figura de recambio.
Mientras tanto, en esta temporada, Sofovich nos repetirá las felicitaciones por tener el Intendente que tenemos y por su equipo de Gobierno.
En el mientras tanto, brindemos por el año nuevo, que nos recuerda, puntual, que todo pasa. Pero atenta la neurona, que el fin del Gran Pez no significará, necesariamente, el final de este proyecto de poder que nos gobierna, basado en el saqueo de las arcas públicas.